Tras una paralización preventiva de poco más de un día, los principales puertos del sur de China, incluidos Shenzhen y Nansha, comenzaron a reanudar gradualmente sus operaciones a partir del sábado 2 de septiembre, una vez que el supertifón Saola se debilitó tras tocar tierra en la provincia de Guangdong.
El tifón, uno de los más potentes en afectar la región desde 1949, tocó tierra en la ciudad de Zhuhai en la madrugada del 2 de septiembre. Aunque su intensidad disminuyó al llegar a la costa, su paso dejó un rastro de fuertes vientos y lluvias, provocando la caída de árboles e inundaciones en áreas de Shenzhen, Hong Kong y otras ciudades del Delta del Río de las Perlas.
Las autoridades, que habían emitido la alerta máxima y ordenado el cese de toda actividad comercial, de transporte y portuaria el 1 de septiembre, comenzaron a levantar las restricciones a medida que el peligro amainaba. Los servicios de transporte, como los trenes en la provincia de Guangdong, iniciaron su restablecimiento progresivo desde la mañana del sábado 2 de septiembre, marcando la pauta para la reactivación de otras actividades económicas.
Si bien la rápida reapertura de los puertos fue una noticia positiva, el impacto de la interrupción se sintió en los días siguientes. La paralización, aunque breve, fue suficiente para crear un cuello de botella en una de las arterias comerciales más transitadas del mundo.
Congestión y Retrasos: La detención de las operaciones de entrada y salida de contenedores generó un inevitable retraso. Navieras como Maersk reportaron que algunos de sus buques tuvieron que omitir sus escalas programadas en terminales como Yantian (Shenzhen) y Nansha para mantener la integridad de sus cronogramas a nivel global.
Efecto Dominó: Tal como se preveía, la interrupción provocó un efecto dominó, aumentando la presión sobre otros puertos de la región y generando demoras en las cadenas de suministro que dependían del flujo constante de mercancías desde el sur de China.
Actualmente, los puertos han vuelto a la plena operatividad, trabajando para despejar el volumen de carga acumulado durante el cierre. Sin embargo, los expertos en logística señalan que los efectos de este tipo de eventos pueden tardar semanas en disiparse por completo, a medida que los buques se reposicionan y los cronogramas de envío se normalizan.
Fuente: Mundo Marítimo