La administración del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha intensificado su agenda comercial con la implementación de nuevos aranceles recíprocos. Estas medidas, que ya han entrado en vigor, elevan la tasa arancelaria promedio de Estados Unidos significativamente, superando con creces los niveles previos a su mandato. La Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP) de EE. UU. ha especificado que los aranceles no afectarán a los bienes que ya estuvieran a bordo de buques antes de la fecha de aplicación, pero su alcance se ampliará para incluir a decenas de países a partir de entonces, con excepciones limitadas para bienes humanitarios y aquellos cubiertos por acuerdos de libre comercio específicos, como el tratado con México y Canadá.
Estas políticas se manifiestan en un momento particularmente delicado para la industria naviera global, que enfrenta una combinación de exceso de capacidad en la flota y una demanda deprimida. Los nuevos aranceles no solo buscan proteger la industria nacional y reducir el déficit comercial, sino que también introducen una penalización del 40% para los productos que intenten evitar aranceles más altos mediante el "transbordo" a través de terceros países. Esta disposición, en particular, parece apuntar a las exportaciones chinas.
El impacto de esta situación se ha hecho sentir en las rutas marítimas. La amenaza persistente de ataques en el Mar Rojo, sumada a la intención de algunas líneas navieras de evitar los puertos estadounidenses por los nuevos costos arancelarios, ha forzado a los operadores a modificar sus itinerarios y adoptar rutas más largas. Aunque los envíos desde China a EE. UU. han disminuido, las exportaciones a otros destinos han aumentado, lo que ha permitido mantener un nivel alto de utilización de la flota global de portacontenedores. Este cambio en la dinámica de las rutas ha absorbido una parte considerable de la capacidad de la flota, lo que, según analistas, ha evitado una caída aún más abrupta en las tarifas de transporte.
Los aranceles son un impuesto aplicado a los bienes importados, y en última instancia, son los importadores o sus agentes quienes lo pagan, un costo que a menudo se traslada al consumidor final. La justificación de la administración Trump es que estas medidas protegen la industria local y equilibran el comercio, aunque los importadores y consumidores estadounidenses han comenzado a sentir las consecuencias económicas de estos cambios. Además de las tarifas sobre los productos, la administración también ha anticipado nuevos aranceles sobre sectores estratégicos como el farmacéutico, los semiconductores y los minerales críticos.
La situación se complica aún más con la suspensión de la exención arancelaria para paquetes de bajo valor, conocida como de minimis, que afectará a los envíos de menos de 800 dólares. Esta medida, que comenzará a regir a finales de agosto, podría tener un impacto significativo en empresas de comercio electrónico y consumidores que dependen de envíos directos desde el extranjero. En este contexto de tensiones comerciales y reajustes logísticos, la industria naviera se encuentra navegando un mar de incertidumbre, donde las decisiones políticas de una nación repercuten en la economía global y en la operatividad de las cadenas de suministro a nivel mundial.
Fuente: Mundo Marítimo